Espiche, espiche, espiche…

Como en tiempos de Antonio Küfer, el golpe de los espichadores es certero, «barril espichado» yxa0xa0el estallido popular. xa0la música y la voz de los locutores como en tiempos de xa0Matías Calvo Ortega. Baile, fotografías, besos y abrazos, xa0la primavera y la alegría simbolizada en esa postal.

Aquella tarde de octubre de 1963 la platea frente al escenario en la Plaza José Hernández hervía.

Matías Calvo, el gran locutor, exaltaba a los presentes que se disponíanxa0 a presenciar un hecho inédito.

Los acordes cerveceros sonaban creando el marco propicio para el festejo dando paso a la guardia cosaca que trasladaba el barril de xa0madera.

El público se acercaba, vaso en mano, hacia la boca del escenario intuyendo que estaba dejando instalada para siempre una costumbre que hoy suena a mito.

De repente la pequeña figura del Gran Antonio Küfer irrumpió sobre el escenario vistiendo camisa blanca y corbata, pantalón gris, colorido delantal y un prominente sobrero de marineroxa0 llevando en una mano el mazo de madera y en la otra la espada para darle en el ombligo al barril.

El golpe fue seco y certero. Se derramaron pocas gotas como lo indicaba la tradición de Munich. Hubo un silencio profundo y luego el estallido popular y la música y el grito de Matías Calvo Ortega y el baile y las fotografías y los besos y abrazos y la primavera y la alegría simbolizada en esa postal, para marcar que esta ceremonia sería la más aclamada y disfrutada por el público a lo largo de los tiempos.

Es material del libro «Oktoberfest 50 años» La Historia Ilustrada de la Fiesta Nacional de la Cerveza; xa0producido por Ediciones vgb y agencia Blic. Es un recorrido desde 1930 al 2013.

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